LA CANTAMORA EN MADRID
LA CANTAMORA (Madrid)
Laura Gil García, 5º primaria, Colegio Santa Gema de Galgani (Madrid)
Chicos, os voy a relatar una historia que le ocurrió a mi madre, y que me contó mi abuela, hace unos años.
Cuando mi madre era pequeña todos los veranos iba a pasar unos días con su familia al pueblo de sus abuelos. La casa donde iba mi madre tenía tres plantas. En la baja sus abuelos tenían un cuartito y otras habitaciones que servían de despensa y para guardar las herramientas del campo.
En la planta del medio estaba la vivienda; y en la alta, ocupando todo el tercer piso, estaba el desván que en los pueblos también se llama troje .
Éste estaba lleno de armarios con ropa, arcones que parecían ataúdes, muebles viejos que ya no se utilizaban y otras cosas inservibles.
Os cuento esto porque, en el pueblo de los abuelos de mi madre, había una especie de leyenda o cuento que decía que en los trojes habitaban también unos seres llamados Cantamoras.
La Cantamora era una vieja bruja, tan delgada y fea como la muerte, y unos largos brazos acabados en garras. Iba la Cantamora tapada con una mantilla negra y andaba agachada y con un bastón para apoyarse. Dormía durante el día, escondida dentro de armarios y arcones, pero por la noche paseaba por el desván. Es más, si algún niño de la casa se portaba mal, se atrevía a bajar y entrando en su habitación, se lo llevaba con ella para siempre. Por eso, la puerta de la troje, debía estar siempre bien cerrada .
Imaginad cómo lo pasaba mi madre, no se atrevía ni a pasar al lado de la puerta. Y ya no os digo nada como se encontrase el cerrojo de la troje abierto, ¡le entraban mil sudores!
Pero una noche que casi toda la familia había acabado de cenar y sólo quedaban en la cocina mi madre y sus hermanos, ocurrió algo que cambió todo. Estaban los niños dando la lata y peleándose, y era tanto el jaleo que armaban, que no había forma de que acabasen de cenar. Como ya era tarde, la abuela de mi madre, muy enfadada, les amenazó diciéndoles:
- Ahora mismo subo a la troje y mando bajar a la Cantamora, a estas horas seguro que está despierta.
Mi madre y sus hermanos ni le prestaron atención y no se fijaron que su abuela se iba por el pasillo camino de la troje. Pasaron unos minutos y los niños comenzaron a oír un ruido que procedía de arriba, era como si alguien bajase y al bajar golpease con algo. Al principio sólo sintieron curiosidad, pero cuando la puerta de la troje se abrió y apareció un bulto negro con un bastón, casi les da algo. Corrieron a esconderse detrás de las faldas de su madre que estaba con ellos en la cocina. Estaban tan asustados, que el hermano pequeño de mi madre no paraba de llorar y se hizo pis.
A pesar de todo, el bulto seguía hacia delante hasta casi rozar a mi madre y a sus hermanos. Entonces, a mi madre le dio una especie de ataque de nervios, y cogiendo fuerza, empezó a dar manotazos y patadas al bulto, hasta que la mantilla cayó y...¡Oh, sorpresa!, ¿sabéis quién estaba debajo?. Pues la abuela de mi madre. Ni Cantamora, ni vieja bruja, ni nada de nada.
A los tres niños se les quedaron los ojos como platos, y aunque la abuela disimulando trataba de explicar que se había disfrazado así porque la Cantamora aún dormía y no podía bajar, le dio lo mismo, porque mi madre se curó para siempre de su miedo a la troje. A partir de entonces hasta se atrevió, de vez en cuando, a subir con sus amigos para buscar trastos viejos para sus juegos.
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